En el reino de Eldoria, donde los castillos se alzaban majestuosos y los bosques susurraban secretos ancestrales, vivía un joven caballero llamado Iván. Iván no era un caballero cualquiera; poseía un don extraordinario, la capacidad de surcar los cielos como un ave. Su cabello castaño, siempre ligeramente revuelto por el viento, y sus ojos color avellana, reflejaban la bondad de su corazón, mientras que su piel clara brillaba bajo el sol del mediodía. Desde niño, soñaba con proteger a los débiles y ser un faro de esperanza para su reino, un sueño que ahora, con su habilidad única, estaba más cerca de cumplir. El pueblo lo admiraba, pero también sentía una pizca de asombro ante su singularidad. A menudo se le veía practicar sus vuelos sobre los tejados del castillo, una silueta audaz contra el firmamento. Su armadura, pulida y reluciente, parecía hecha para la aventura, y su capa, de un azul profundo, ondeaba tras él como una estela de magia. La vida en Eldoria, aunque pacífica, siempre estaba lista para ser desafiada por alguna criatura oscura o un malentendido que requiriera un héroe con un toque de lo imposible.
Un día, una sombra se cernió sobre Eldoria. El temible dragón Ignis, cuya furia escupía fuego y cuyo rugido hacía temblar la tierra, descendió de las Montañas Humeantes. El pánico se apoderó de la gente; los soldados intentaron defenderse con sus lanzas y espadas, pero eran inútiles contra las escamas de Ignis y su aliento de fuego. El rey, desesperado, convocó a sus caballeros más valientes, pero ninguno se atrevía a enfrentarse a tal bestia. Fue entonces cuando Iván, sintiendo el peso de la responsabilidad, se ofreció voluntario. Sabía que su poder de volar era su mayor ventaja. Podía esquivar las llamas, atacar desde arriba y usar la sorpresa a su favor. El pueblo observaba desde las murallas, con el corazón en un puño, mientras Iván se elevaba hacia el cielo, una figura solitaria contra la imponente figura del dragón. La batalla prometía ser épica, una prueba no solo de fuerza, sino de ingenio y valentía.
Iván y Ignis se enzarzaron en un combate aéreo vertiginoso. El dragón arrojaba torrentes de fuego, que Iván esquivaba con agilidad, su capa azul ondeando como una bandera de desafío. Aprovechando la velocidad que le otorgaba el vuelo, Iván se abalanzó sobre el dragón, apuntando a un punto vulnerable en su costado que había notado mientras volaba. No buscaba matar a Ignis, sino disuadirlo de causar más daño. Con un último y poderoso impulso, logró clavar su espada en una grieta de las escamas del dragón, no para herirlo de muerte, sino para demostrar su fuerza y valentía. Ignis, sorprendido por la audacia y la habilidad del caballero, y sintiendo una punzada de dolor, retrocedió. Comprendió que este reino estaba protegido por un campeón que no se rendiría. Con un último rugido de frustración, el dragón desplegó sus alas y se elevó, alejándose hacia las montañas, dejando a Eldoria en paz. Iván aterrizó suavemente, recibido por vítores y aplausos. Había demostrado que incluso frente a la mayor adversidad, la valentía, la inteligencia y el uso adecuado de nuestras habilidades únicas pueden traer la victoria y la paz, y que el verdadero heroísmo reside en proteger a los demás.
Fin ✨