En el corazón de un bosque encantado, donde los árboles susurraban secretos antiguos y los ríos cantaban melodías mágicas, vivía un joven mago llamado Drama. Con su cabello castaño como la tierra fértil y ojos celestes como el cielo de verano, Drama poseía una piel de un tono medio que brillaba con la luz del sol. A pesar de su corta edad, los habitantes del bosque lo conocían por su don especial: la habilidad de curar cualquier herida o dolencia con un toque suave de sus manos. Una noche de madrugada, un sonido inusual rompió la tranquilidad del bosque. Provenía de los drenajes del padrino Pedro, un viejo y sabio erizo. Drama, siempre dispuesto a ayudar, corrió hacia el origen del ruido. Allí, encontró a un grupo de adorables capibaras atrapados en el laberinto subterráneo, asustados y gimiendo. Los capibaras, criaturas pacíficas y gentilmente peludas, se habían perdido mientras buscaban bayas jugosas en la oscuridad. El agua del drenaje comenzaba a subir, y el pánico se apoderaba de ellos. Drama sabía que su poder de curación sería crucial, no solo para su bienestar físico sino también para calmar sus corazones temerosos. Con una calma que solo un verdadero mago puede poseer, Drama se adentró en el drenaje. Habló con palabras dulces y tranquilizadoras a los capibaras, su voz resonando con la magia que lo envolvía. Sus manos brillaban con una luz dorada mientras se acercaba a los capibaras más asustados, impartiendo su energía curativa. La luz cálida de sus manos disipó el miedo de los capibaras, y sus pequeños cuerpos, aunque cansados, comenzaron a recuperarse. Drama sintió la gratitud irradiando de ellos, un sentimiento tan puro como la escarcha de la mañana. Sabía que estaba en la misión correcta, ayudando a los necesitados.
Drama dedicó toda la madrugada a guiar a los capibaras fuera del peligroso drenaje. Utilizó su magia para iluminar el camino y para fortalecer a los más débiles, quienes apenas podían caminar. Cada paso que daban hacia la salida era un triunfo sobre el miedo y la oscuridad. Los capibaras, al sentir la presencia tranquilizadora de Drama, se volvieron más confiados, siguiéndolo de cerca. Una vez fuera, bajo la suave luz de la luna que comenzaba a desvanecerse, Drama examinó a cada capibara. Notó pequeños rasguños y magulladuras, pero lo más importante, sintió su agotamiento y su alivio. Con sus manos mágicas, comenzó a curar cada pequeña herida, susurrando palabras de aliento y fuerza. El padrino Pedro, alertado por el alboroto, llegó y observó con una sonrisa de orgullo. Había visto a muchos jóvenes magos, pero pocos poseían la compasión y la dedicación que Drama mostraba. El poder de curar, en manos de Drama, era un faro de esperanza en la oscuridad. Mientras el sol comenzaba a pintar el cielo con tonos rosados y dorados, los capibaras, completamente recuperados, se acurrucaban agradecidos alrededor de Drama. Sus ojos, antes llenos de miedo, ahora brillaban con amor y gratitud. Drama sintió una profunda satisfacción al verlos seguros y sanos. Drama aprendió ese día que su poder no solo residía en curar el cuerpo, sino también en sanar el espíritu. La empatía y la bondad eran tan importantes como la magia misma. El sol naciente iluminó su rostro, un recordatorio de que incluso en las noches más oscuras, la luz de la bondad siempre prevalece.
De vuelta en su pequeña cabaña entre los árboles, Drama reflexionó sobre la noche. Había sido una aventura inesperada, pero llena de lecciones valiosas. La experiencia le había enseñado que la verdadera magia no siempre proviene de hechizos complicados, sino de actos de bondad y compasión. Los capibaras, ahora seguros, regresaron a sus hogares, llevando consigo la calidez de la ayuda recibida. Se convirtieron en una leyenda en el bosque, la historia del joven mago que los salvó de la oscuridad y les devolvió la alegría. Y siempre que veían a Drama, lo saludaban con alegres chillidos. Drama continuó usando su don para ayudar a todas las criaturas del bosque, grandes y pequeñas. Ya fuera un pájaro con un ala rota o un ciervo con una espina en la pata, siempre estaba allí, listo para ofrecer su ayuda con amor y dedicación. Su corazón rebosaba de felicidad cada vez que veía a alguien recuperarse. La lección que Drama y todos los habitantes del bosque aprendieron esa madrugada fue que el poder más grande que uno puede tener es la capacidad de ayudar a los demás. La empatía, la valentía y el amor son los verdaderos magos que pueden transformar el mundo, haciéndolo un lugar más brillante y sanador. Así, el joven mago Drama, con su cabello castaño, sus ojos celestes y su corazón lleno de bondad, se convirtió en un símbolo de esperanza y curación en el bosque encantado, demostrando que incluso el acto más pequeño de amabilidad puede tener un impacto mágico y duradero.
Fin ✨