Ema Celeste y el Secreto del Bosque Susurrante
Parte 1
En el reino de Cristalina, donde los ríos cantaban melodías y las montañas vestían picos nevados, vivía la princesa Ema Celeste. Tenía una cabellera tan roja como el atardecer, ojos verdes como hojas recién nacidas y una piel dorada que reflejaba la alegría de su corazón. Era alta, no tanto como las torres del castillo, pero sí lo suficiente para ver el mundo con una perspectiva única, y su belleza era tan natural como el rocío de la mañana. Pero lo que realmente hacía especial a Ema Celeste era su bondad, un tesoro más valioso que cualquier joya del reino, y un secreto que guardaba con celo: el don de hablar con los animales.
Parte 2
Un día, una extraña melancolía se apoderó del bosque que rodeaba el castillo. Los pájaros dejaron de cantar, las mariposas revoloteaban con lentitud y hasta el viento parecía suspirar tristemente. El rey y la reina estaban preocupados, pues nunca habían visto el bosque tan apagado. Consultaron a sabios y hechiceros, pero nadie encontraba la causa de aquella aflicción. Ema Celeste, sintiendo la tristeza de la naturaleza, decidió investigar por su cuenta. Se adentró en el bosque, buscando a sus amigos animales, aquellos seres a los que entendía sin necesidad de palabras humanas.
Parte 3
Pronto encontró a Brio, un viejo y sabio búho, posado en una rama. "Brio, querido amigo, ¿qué le sucede al bosque?", preguntó Ema Celeste con su voz suave. El búho, con sus grandes ojos redondos, le contó que la fuente del arroyo mágico, que nutría de vitalidad a todo el bosque, se estaba secando. Una roca gigante, movida por un temblor ocurrido semanas atrás, estaba bloqueando el manantial. Sin su agua, el bosque entero comenzaba a marchitarse. Ema Celeste, con su corazón lleno de compasión, prometió ayudar. Gracias a su don, pudo movilizar a todos los animales, desde los pequeños topos hasta los fuertes osos, para trabajar juntos. Con un esfuerzo coordinado, empujaron y removieron la roca, liberando el flujo del arroyo. Al ver el agua volver a correr, el bosque entero pareció despertar, cantando de nuevo con alegría. Ema Celeste aprendió que la verdadera magia reside en la bondad y en la colaboración, y que incluso el más pequeño puede hacer una gran diferencia cuando se trabaja en equipo.
Fin ✨
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