
En el reino de Cristalina, donde los ríos cantaban melodías de plata y las montañas brillaban con gemas incrustadas, vivía la Princesa Evelyn. Evelyn no era una princesa cualquiera; poseía una melena de oro que danzaba con el viento y ojos marrones tan profundos como el bosque encantado. Su piel era pálida como el alabastro, y su corazón, tan valiente como el de un león. Desde muy joven, Evelyn descubrió un don extraordinario: una fuerza inmensa que superaba a la de cualquier guerrero. Podía levantar árboles jóvenes con una mano y desviar torrentes de agua con un solo gesto. Este poder la hacía única, pero también la mantenía cautelosa, pues temía asustar a su pueblo con su magnitud. Un día, una sombra se cernió sobre Cristalina. Un dragón milenario, con escamas de obsidiana y aliento de fuego, descendió de los picos más altos y bloqueó la única ruta comercial al reino vecino, amenazando con el hambre si no recibía tributos exorbitantes. El rey y la reina estaban desconsolados, pues sus ejércitos eran impotentes ante tal bestia. Fue entonces cuando Evelyn, con la determinación brillando en sus ojos marrones, decidió que debía intervenir. Se puso su armadura plateada, ligera pero resistente, y se despidió de sus temerosos padres. "No temáis", dijo con voz firme, "con mi fuerza, protegeré nuestro hogar." Cabalgó hacia la montaña donde el dragón había hecho su guarida, con el corazón latiendo con una mezcla de aprensión y coraje. Sabía que su fuerza sería puesta a prueba como nunca antes, y que el destino de Cristalina dependía de su éxito.

Al llegar a la entrada de la cueva, Evelyn desmontó. El dragón emergió con un rugido que hizo temblar la tierra. Era colosal, con alas que cubrían el sol y fauces que escupían humo. "¡Princesa tonta!", bramó la bestia, "¿Vienes a desafiarme? Tu fuerza no es nada comparada con mi furia ancestral." Evelyn, sin inmutarse, alzó su escudo. "No he venido a luchar innecesariamente", respondió con calma, "sino a liberarnos de tu tiranía. Si debes luchar, que sea por una causa justa. Pero te ofrezco un camino diferente: la paz." El dragón soltó una carcajada seca y ruidosa. "¡Paz! ¿Qué sabe una princesa de la paz? ¡Solo conozco el poder!" Con un movimiento rápido, lanzó una llamarada hacia Evelyn, quien la desvió con su escudo con una fuerza sorprendente. La onda de calor la rozó, pero su determinación no flaqueó. Decidida a mostrarle al dragón que la fuerza no se usaba solo para la destrucción, Evelyn observó la gran roca que el dragón había usado para bloquear el paso. Era un monolito gigantesco que impedía el avance de cualquier criatura o mercancía. "Si la fuerza bruta es lo que admiras, entonces observa", dijo Evelyn. Con un esfuerzo concentrado, sintiendo el poder recorrer sus venas, Evelyn se arrodilló y posó sus manos en la fría piedra. Respiró hondo, canalizando toda su energía. La roca crujió y, con un sonido ensordecedor, comenzó a levantarse lentamente del suelo, revelando el camino.
El dragón la observaba con incredulidad. Nunca había visto a un ser tan pequeño poseer tal poder. Vio la roca flotando en el aire, mantenida por la voluntad de la princesa. El aire se llenó de tensión, pero también de una extraña admiración. "¡Imposible!" gruñó el dragón, retrocediendo un paso. "Eres más fuerte de lo que creía. Pero, ¿por qué haces esto? No ganas nada." "Gano la libertad para mi gente", respondió Evelyn, aún sosteniendo la roca con esfuerzo. "Gano la paz y la seguridad. Gano la prueba de que la fuerza puede ser utilizada para el bien, no solo para el mal. Ahora, deja nuestro camino libre y te mostraré que la compasión es una fuerza aún mayor." El dragón, por primera vez en siglos, sintió una punzada de algo parecido al remordimiento. Vio la verdad en los ojos marrones de la princesa. Bajó la cabeza, derrotado no por el combate, sino por la demostración de un poder diferente, un poder benevolente. Con un suspiro que olía a azufre, el dragón se hizo a un lado. Evelyn, con un último esfuerzo, depositó la roca con cuidado a un lado del camino. "Ve ahora", dijo suavemente. "Y recuerda que la fuerza de tu corazón es más importante que la fuerza de tus puños." El dragón, asintiendo lentamente, batió sus alas y se elevó hacia el cielo, desapareciendo en las nubes. Evelyn, agotada pero victoriosa, regresó a su reino, no como una guerrera, sino como una princesa sabia, demostrando que el verdadero poder reside en la valentía y la bondad.

Fin ✨
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