
En el reino de los Susurros Verdes, vivía una princesa muy especial llamada Flora. Tenía el cabello castaño que brillaba como la miel al sol, unos ojos marrones profundos como los lagos del bosque y una piel tan clara como el pétalo de una margarita. Pero lo que hacía a Flora verdaderamente única no era su corona de flores, sino un don asombroso: la super velocidad. Podía correr más rápido que el viento, dejando tras de sí solo un rastro de risas y hojas revoloteando. Los habitantes del reino la adoraban, pues con su rapidez, ayudaba a llevar mensajes importantes o a rescatar a los animales perdidos en un abrir y cerrar de ojos. Nadie podía igualar su agilidad y entusiasmo por la vida.

Un día, una noticia preocupante llegó al castillo. El río de los Lirios Brillantes, la fuente de agua más preciada del reino, estaba desapareciendo misteriosamente. El caudal disminuía día tras día, y las plantas comenzaban a marchitarse. El rey y la reina estaban desconsolados, y los aldeanos temían por sus cosechas. Flora, al escuchar esto, sintió una punzada de determinación. Sabía que debía usar su don para encontrar la causa del problema. Sin dudarlo, se puso sus botas más veloces y se despidió con un guiño, prometiendo traer de vuelta las aguas del río.
Flora corrió por los senderos, zigzagueando entre los árboles a una velocidad vertiginosa. Siguió el curso seco del río, analizando cada detalle con sus agudos ojos. De repente, avistó algo inusual río arriba: un grupo de pequeños castores, que normalmente eran trabajadores, estaban construyendo una gran presa con ramas y barro, bloqueando el flujo del agua. Se acercó a ellos tan rápido que solo vieron una ráfaga de color. Con suavidad, les preguntó por qué lo hacían. Los castores explicaron, con voces temblorosas, que intentaban crear un estanque más grande para sus familias, sin darse cuenta del daño que causaban al reino. Flora, con paciencia, les explicó la importancia del río para todos y, usando su super velocidad, los ayudó a diseñar y construir una presa más pequeña y ecológica que creaba un pequeño y hermoso estanque sin afectar el caudal principal. Los castores se sintieron avergonzados y agradecidos, y al desmantelar la gran presa, el río volvió a fluir, trayendo vida y alegría de nuevo al reino. Flora aprendió que incluso la solución más rápida debe ser considerada y compasiva, y que la verdadera velocidad está en resolver problemas con entendimiento y colaboración, no solo con fuerza.

Fin ✨
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