Ramiro y el Tren de los Números Perdidos
Parte 1
Ramiro era un niño con cabello negro como la noche y ojos marrones tan profundos como el chocolate. Su piel clara brillaba bajo el sol, y a pesar de ser un niño, poseía un secreto asombroso: ¡super fuerza! Nadie en Villa Ferrocarril sabía de su poder, excepto su fiel oso de peluche, Sr. Pelusín. Ramiro amaba los trenes más que nada en el mundo. Soñaba con ser maquinista y recorrer el país en locomotoras rugientes. Los camiones cisterna, con sus brillantes tanques plateados, también capturaban su imaginación, al igual que los imponentes camiones con zorra, cuyas ruedas parecían gigantes danzantes. Incluso los números le fascinaban, y podía contar hasta el infinito si se lo proponía. Pero lo que más le gustaba era combinar sus pasiones: imaginar trenes hechos de números o camiones cisterna que transportaban cajas de juguetes. Un día, mientras jugaba cerca de la estación de tren, Ramiro escuchó un llanto. Oculto tras un montón de durmientes, encontró a un pequeño número 7 llorando desconsoladamente. '¡Me he perdido!', gimió el número. Ramiro, con su corazón de superhéroe, se agachó y le preguntó qué le ocurría. El número 7 explicó que estaba viajando en el Gran Tren de los Números, un tren especial que llevaba a todos los números a la Gran Biblioteca de las Matemáticas, pero se había caído en una curva cerrada y ahora no sabía cómo regresar. Estaba muy asustado de no poder unirse a sus amigos, el 8 y el 9, para formar el número 89.
Parte 2
Ramiro, sin dudarlo, prometió ayudar al número 7. Sabía que debía llevarlo de regreso a la estación para que pudiera subir al próximo tren hacia la Gran Biblioteca. Sin embargo, el número 7 era sorprendentemente pesado para ser un simple número. 'No te preocupes, pequeño 7', dijo Ramiro con una sonrisa tranquilizadora. 'Tengo un plan'. Ramiro se acercó al número 7 y, con cuidado, lo levantó. Usando su super fuerza, lo cargó como si fuera una pluma. El número 7 se aferró a su cuello, sintiéndose seguro en los brazos de su nuevo amigo. Caminaron juntos por las vías, Ramiro sintiendo el poder recorrer sus músculos, listo para cualquier desafío. Se encontraron con un enorme camión cisterna vacío que bloqueaba el camino. El conductor, un hombre amable llamado Don Ernesto, estaba tratando de moverlo sin éxito. '¡Oh, no!', exclamó Don Ernesto. 'Este camión es demasiado pesado para mí solo'. Ramiro, con el número 7 todavía seguro en sus brazos, se acercó al camión cisterna. '¡No se preocupe, Don Ernesto!', dijo Ramiro con confianza. 'Puedo ayudar'. Ante la mirada atónita de Don Ernesto, Ramiro empujó el camión cisterna con una sola mano, moviéndolo con facilidad a un lado para despejar el camino. Don Ernesto estaba boquiabierto. '¡Increíble! ¡Eres muy fuerte, muchacho! ¿Cómo lo hiciste?'. Ramiro solo sonrió y dijo: 'Soy muy aficionado al ejercicio'. Luego, continuó su camino hacia la estación con el número 7. Al llegar, el próximo tren de la Gran Biblioteca de las Matemáticas estaba a punto de partir. '¡Gracias, Ramiro!', exclamó el número 7, mientras subía al vagón. 'Nunca olvidaré tu ayuda'. Ramiro vio cómo el tren se alejaba, llevando al número 7 de regreso a su familia de números. Se dio cuenta de que su super fuerza no solo era para jugar, sino para ayudar a los demás, haciendo del mundo un lugar mejor, un número (o un camión) a la vez. Aprendió que la verdadera fuerza no solo está en levantar objetos pesados, sino en usar tus dones para el bien de todos.
Fin ✨
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