Paola Berenice era una niña con un corazón tan grande como el cielo. Su cabello negro azabache caía sobre sus hombros mientras sus ojos marrones observaban el mundo con asombro. Tenía una piel de tono medio que brillaba bajo el sol, y su energía era contagiosa. Desde muy pequeña, le encantaba correr, saltar y hacer todo tipo de ejercicios, siempre vestida con su color favorito: el rojo vibrante que reflejaba su espíritu aventurero. Cada mañana, antes de que el sol terminara de desperezarse, Paola ya estaba en el parque. Corría alrededor de los árboles, trepaba a las estructuras de juego con agilidad y practicaba saltos que parecían desafiar la gravedad. Su vitalidad no conocía límites, y su risa resonaba como campanillas en el aire fresco. Amaba la sensación de su cuerpo moviéndose, fuerte y libre. Paola no solo era una niña activa, sino que también tenía un secreto maravilloso: podía volar. No era un vuelo cualquiera; era un vuelo impulsado por la alegría y la determinación. Cuando extendía sus brazos, sentía cómo el viento la levantaba suavemente, llevándola por encima de las copas de los árboles y sobre los tejados de las casas. Era su momento de mayor felicidad, donde se sentía verdaderamente poderosa. Tenía dos hijas, pequeñas chispas de luz que admiraban a su madre con devoción. A menudo, las llevaba consigo en sus vuelos, sujetándolas con cuidado mientras planeaban sobre la ciudad. Sus risas se mezclaban con el susurro del viento, creando una melodía celestial. Ver la alegría pura en los rostros de sus hijas mientras volaban era la mayor recompensa para Paola. Un día, mientras volaba alto, vio a unos niños en el parque que parecían tristes y desanimados. No querían jugar, solo se sentaban en un rincón. Paola sintió que debía hacer algo para alegrarlos. Aterrizó suavemente cerca de ellos, su traje rojo brillando.
Con una sonrisa cálida, Paola se acercó a los niños. "¡Hola! ¿Por qué no juegan?", preguntó con dulzura. Los niños levantaron la vista, sorprendidos por la llegada de la niña en el vibrante traje rojo. Uno de ellos murmuró: "No tenemos ganas de jugar. Estamos aburridos." Paola pensó por un momento. Sabía exactamente lo que necesitaban. "¿Qué tal si les muestro algo divertido?", propuso. Los niños, aunque escépticos, asintieron con curiosidad. Paola respiró hondo, sintiendo la energía familiar recorrer su cuerpo. Cerró los ojos por un instante y luego, con un impulso, comenzó a elevarse. Los ojos de los niños se abrieron como platos al ver a Paola flotar en el aire, sus pies dejando el suelo sin esfuerzo. Comenzó a dar vueltas graciosas y a hacer piruetas, su traje rojo dejando una estela de color en el cielo. Luego, descendió suavemente hasta ellos, su risa llenando el aire. "¡Vaya! ¡Puedes volar!", exclamó uno de los niños, olvidando por completo su aburrimiento. "¡Es increíble!", añadió otro. Paola les sonrió. "Sí, puedo volar. Y ustedes también pueden volar, a su manera." Les explicó que el vuelo no era solo por el aire, sino también la alegría que sentían al hacer algo que les gustaba y al compartirlo. Les animó a correr, a inventar juegos y a reír juntos, demostrando que la verdadera aventura estaba en la actividad y la compañía.
Inspirados por Paola, los niños se levantaron del suelo. Comenzaron a correr, a saltar y a inventar sus propios juegos. Pronto, el parque se llenó de risas y gritos de alegría. Paola se unió a ellos, animándolos y compartiendo su energía positiva. Las dos hijas de Paola, que habían estado observando desde cerca, corrieron hacia ella y la abrazaron con fuerza. "Mamá, eres la mejor superheroína del mundo", dijo una de ellas. "Siempre nos haces felices", añadió la otra. Paola las abrazó con ternura, sintiendo el calor de su amor. Ver a los niños jugando y riendo, contagiados por su entusiasmo, le llenó el corazón de una felicidad inmensa. Al caer la tarde, Paola se despidió de los niños con una promesa de volver. Voló hacia el cielo con sus hijas, quienes la agarraban de la mano mientras planeaban. El sol se ponía, tiñendo el cielo de naranjas y rosas, un espectáculo que reflejaba la calidez del día. Cuando llegaron a casa, Paola les recordó a sus hijas la lección del día. "Nunca olviden que la verdadera fuerza no solo está en volar alto, sino en compartir nuestra alegría y animar a otros a encontrar su propia felicidad, ya sea volando o jugando en la tierra", les dijo con una sonrisa. Desde ese día, Paola Berenice, la superheroína del vuelo rojo, continuó inspirando a todos con su energía y su bondad, demostrando que el acto más poderoso es aquel que trae sonrisas y esperanza a los corazones de los demás, recordándoles que todos tenemos la capacidad de elevarnos.
Fin ✨