Tomas y el Misterio de las Estrellas Enfermas

Parte 1

En un rincón del universo donde las galaxias brillaban con colores nunca antes vistos, vivía Tomas, un valiente niño astronauta. Su cabello oscuro como la noche y sus ojos profundos como pozos de café siempre reflejaban una chispa de curiosidad. Tomas no era un astronauta cualquiera; poseía un don extraordinario: la habilidad de sanar. Podía hacer que las estrellas cansadas volvieran a brillar con fuerza y que los planetas doloridos se sintieran mejor. Su nave espacial, la 'Estrella Fugaz', estaba equipada con los últimos telescopios y una enfermería cósmica. Un día, mientras exploraba la Nebulosa Brillante, Tomas notó algo extraño. Algunas de las estrellas más antiguas y hermosas, que solían pulsar con alegría, ahora parpadeaban débilmente, casi apagadas. Parecían tristes y cansadas, como si una extraña enfermedad cósmica las hubiera afectado. La Nebulosa, normalmente un espectáculo de luz, se veía opaca y descolorida. Era un panorama desolador. Intrigado y preocupado, Tomas decidió investigar. Abordó la 'Estrella Fugaz' y se dirigió hacia la estrella más cercana que mostraba signos de debilidad. Al acercarse, pudo sentir una especie de melancolía flotando en el vacío. La estrella, con su luz menguante, parecía un corazón agotado latiendo lentamente en la oscuridad. Tomas sabía que su misión era crucial. Con cuidado, encendió los reflectores de su nave, bañando a la estrella en una luz cálida y reconfortante. Luego, activó su don. Cerró los ojos, concentrando toda su energía positiva y su deseo de ayudar. Sintió una corriente de luz saliendo de sus manos, extendiéndose hacia la estrella moribunda, como un abrazo cósmico. Lentamente, casi imperceptiblemente al principio, la estrella comenzó a responder. Su parpadeo se hizo más rítmico, su luz más intensa. La melancolía pareció disiparse, reemplazada por un resplandor suave y agradecido. Tomas observó maravillado cómo la estrella recuperaba su vitalidad, lista para iluminar el universo una vez más.