Había una vez un niño llamado David que vivía en una hermosa zona rural, rodeada de montañas y ríos cristalinos. David era un niño curioso, alegre y con una gran imaginación. Su superpoder era una fuerza descomunal, capaz de mover rocas y levantar árboles jóvenes con facilidad. Sin embargo, había un problema: prefería quedarse jugando con su teléfono celular antes que ir a la escuela, soñando con aventuras espaciales en las que su fuerza lo ayudaba a construir cohetes. David imaginaba que, con su super fuerza, podría construir su propio cohete y viajar a la luna, explorando cráteres y recogiendo rocas lunares. Pensaba que esta aventura era mucho más emocionante que aprender sobre historia o matemáticas en la escuela. En su mundo de fantasía, su fuerza era la única herramienta que necesitaba para conquistar el universo. La casa de David estaba rodeada de verde, con una pequeña cabaña de madera donde vivía con su familia. Las montañas se alzaban majestuosas a lo lejos, y el río cercano serpenteaba como una cinta plateada. A pesar de la belleza natural que lo rodeaba, David pasaba la mayor parte de su tiempo en el porche, con la vista fija en la pantalla de su celular. Su celular era su portal a otros mundos, un lugar donde podía ser el héroe que siempre quiso ser, utilizando su fuerza para superar obstáculos imaginarios. Las lecciones de la escuela le parecían monótonas comparadas con las emocionantes misiones que emprendía en sus juegos. Una tarde, mientras jugaba con una roca que apenas podía levantar, se dio cuenta de que su fuerza era un don, pero también sentía una punzada de curiosidad por saber si podría usar su mente tanto como su cuerpo para lograr cosas increíbles.
Su padre, un hombre fuerte y de buen corazón, notó la falta de interés de David en la escuela y, preocupado, se sentó junto a él un atardecer mientras el sol teñía de naranja las montañas. Le dijo con cariño: “Hijo, con que estudies hasta quinto grado es suficiente, después puedes ayudarme en el campo con tu fuerza. Podríamos construir un granero más grande juntos”. David pensó que quizás eso era verdad. Ayudar a su padre en el campo, usando su super fuerza para levantar vigas pesadas y mover maquinaria agrícola, sonaba atractivo. ¿Para qué estudiar más si podía ser fuerte y útil aquí? La idea de un granero imponente construido por él y su padre le daba una sensación de propósito. Sin embargo, en el fondo, David sentía que quería lograr cosas aún más grandes. A veces, al usar su fuerza, imaginaba cómo podría aplicarla para construir algo que beneficiara a toda su comunidad, no solo a su familia. La idea de mover montañas para crear nuevos caminos o construir puentes resistentes le fascinaba. La conversación con su padre lo hizo reflexionar. El campo era importante, y él amaba a su padre, pero la imagen de sí mismo moviendo montañas como si fueran guijarros, también lo impulsaba a considerar otras posibilidades. ¿Sería su fuerza suficiente para todo lo que su imaginación le presentaba? Recordó las historias que su padre le contaba sobre cómo la perseverancia y el trabajo duro habían sacado adelante a su familia. Su padre, a pesar de no tener mucha educación formal, había logrado construir una vida cómoda para ellos con sus propias manos y su incansable esfuerzo, demostrando que la fuerza de voluntad era tan importante como la física.
Un día, en la escuela, su maestra, la señora Elena, contó la historia de un ingeniero que también había crecido en el campo. Le explicó a los niños cómo, gracias a su esfuerzo y a no abandonar sus estudios, ese ingeniero había logrado construir escuelas y puentes seguros y resistentes para su comunidad, facilitando la vida de muchas personas. David escuchó con atención cada palabra, imaginando al ingeniero usando su conocimiento y quizás, solo quizás, también un poco de fuerza para colocar las vigas de los puentes. Comenzó a soñar: "¿Y si yo también puedo hacer cosas así? ¿Si mi fuerza, combinada con lo que aprendo, me permite construir puentes que conecten a la gente o escuelas donde otros niños como yo puedan aprender?" Desde ese día, algo cambió en David. Empezó a esforzarse en sus tareas, descubriendo que era muy bueno en matemáticas y ciencias. Se dio cuenta de que entender cómo funcionaban las cosas, los principios de la física y la ingeniería, era tan emocionante como usar su super fuerza para levantar objetos pesados. Cada día aprendía algo nuevo que lo hacía sentir más capaz, expandiendo su mente tanto como su potencial físico. Su padre, al ver el cambio y el entusiasmo de David por aprender, lo miró con orgullo y le dijo: "David, tú puedes ser lo que quieras. ¡Tienes todas las capacidades para lograrlo, tanto en el campo como en cualquier otro lugar!". La fuerza de David ahora tenía un propósito más grande que solo mover cosas. David comprendió que la educación era una puerta mágica que abría infinitas oportunidades, y que su super fuerza, unida al conocimiento, podría ser una herramienta increíble para el bien. Soñaba con ir a la universidad, convertirse en un gran ingeniero y usar su fuerza y su intelecto para ayudar a su comunidad, construyendo un futuro más brillante para todos. Su sueño era ser un puente entre el conocimiento y la acción.
Fin ✨