Ian era un niño valiente y soñador, con cabello blanco como la nieve recién caída y unos ojos azules tan profundos como el cielo estrellado. Su piel, de un tono medio, siempre estaba sonriente, y aunque era solo un niño, poseía un secreto increíble: una súper fuerza que lo hacía diferente a todos los demás. Desde que era muy pequeño, Ian descubrió que podía levantar objetos que ningún otro niño de su edad podía, e incluso algunos adultos se asombraban al verlo mover cajas pesadas con facilidad. Pero su mayor sueño no era ganar competencias de fuerza, sino viajar a las estrellas y explorar el universo como un intrépido astronauta.
Un día, la oportunidad de su vida llegó. Fue seleccionado para la misión más emocionante: viajar a la Luna y ayudar a construir una nueva estación espacial. Ian estaba eufórico. Se preparó rigurosamente, entrenando no solo su mente sino también su increíble fuerza. En la Luna, la gravedad era menor, lo que hacía que sus hazañas de fuerza fueran aún más impresionantes. Podía transportar módulos de construcción enteros, colocar paneles solares con un solo empujón y asegurar las estructuras con una rapidez asombrosa. Sus compañeros astronautas dependían de su fuerza para las tareas más difíciles.
Durante la construcción, un meteorito inesperado se dirigía hacia la estación. El pánico se apoderó de algunos, pero Ian, con su calma y su fuerza, sabía qué hacer. Corrió hacia el punto de impacto, usó toda su súper fuerza para desviar la trayectoria de un gran trozo de roca que se desprendía del meteorito. Con un esfuerzo supremo, logró empujarlo hacia una zona segura del espacio, lejos de su hogar celestial. Gracias a su valentía y su don único, la estación y sus amigos estaban a salvo. Ian aprendió que tener un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y que usar su fuerza para ayudar a los demás era la mayor aventura de todas.
Fin ✨