Liam era un niño de cinco años con cabello castaño y ojos marrones, de piel media y un espíritu aventurero que lo impulsaba a explorar el mundo. Su pasatiempo favorito era sumergirse en el universo de los videojuegos, donde podía ser el héroe de sus propias historias. Al regresar del jardín cada tarde, Liam se quitaba el delantal y, acurrucado junto a su fiel compañero, el gato Milo, se lanzaba a la aventura a través de su tablet. Su mamá siempre le recordaba la importancia de elegir juegos adecuados, aconsejándole evitar aquellos llenos de violencia o que provocaran miedo. Liam solía disfrutar de juegos de ninjas veloces que derribaban muros con un solo golpe, o de emocionantes aventuras. Sin embargo, aquel día, Liam se dejó llevar por la emoción de un nuevo juego, uno que prometía desafíos intensos y gráficos espectaculares. Sin prestar atención a las advertencias de su mamá, Liam se sumergió de lleno en el juego. Las horas pasaron volando mientras esquivaba obstáculos, superaba niveles y se sentía invencible. La tarde se desvaneció rápidamente, y pronto el cielo se cubrió de estrellas, anunciando la llegada de la noche. Liam, absorto en su juego, apenas se dio cuenta del paso del tiempo. Al caer la noche, Liam finalmente se desconectó de su mundo virtual. Se dio un baño relajante, se puso su pijama más cómodo y se acurrucó en su cama, listo para descansar. Milo, su gato, se unió a él, ronroneando suavemente, y Liam cerró los ojos, con la esperanza de tener dulces sueños. Sin embargo, los juegos que había disfrutado tanto esa tarde parecían haber dejado una huella imborrable en su joven mente. A pesar de los esfuerzos por conciliar el sueño, las imágenes y los sonidos del juego se entrelazaron en sus pensamientos, preparándolo para una noche de sobresaltos.
En la quietud de la madrugada, un grito desgarrador rompió el silencio de la casa. Eran los alaridos de Liam, llenos de terror, que resonaron por los pasillos, despertando a su mamá de un profundo sueño. El miedo se apoderó de ella al escuchar los gritos tan intensos, algo que nunca antes había presenciado. Sin pensarlo dos veces, la mamá de Liam corrió hacia su habitación. Al entrar, lo encontró acurrucado entre las mantas, llorando desconsoladamente. Lo abrazó fuerte, tratando de calmarlo con palabras suaves y reconfortantes: "Tranquilo, mi amor, mamá está aquí contigo." Liam se aferró a su madre, buscando refugio en sus brazos. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras los ecos de su pesadilla aún lo atormentaban. Poco a poco, con el paso de los minutos y el cálido abrazo de su madre, el llanto cesó, y un tenue respiro comenzó a calmar su agitado cuerpo. Con ternura, su mamá le preguntó qué había soñado y cómo se sentía. Liam, todavía un poco aturdido, pidió un vaso de agua. Mientras bebía, los recuerdos de la pesadilla comenzaron a aflorar en su mente: imágenes de un oscuro y aterrador juego de terror, precisamente uno de los que su mamá le había advertido que evitara. Liam se sintió aliviado al darse cuenta de que todo había sido solo un sueño. Aferrado a Milo, quien le brindaba consuelo con su suave pelaje y sus ronroneos, Liam logró finalmente volver a conciliar el sueño, esta vez con la seguridad de tener a su mamá y a su mascota cerca.
A la mañana siguiente, con el sol brillando afuera, la mamá de Liam se sentó a conversar con él sobre lo sucedido. Le explicó con paciencia los terrores nocturnos y las pesadillas, diciéndole que eran producto de las experiencias vividas, especialmente de lo que se veía y jugaba en los videojuegos. "No son reales, Liam, aunque a veces den mucho miedo", le dijo, reconociendo que incluso a ella le había asustado elIntensity de sus gritos. Liam, reflexionando sobre sus acciones, prometió a su mamá que de ahora en adelante elegiría sus juegos con más cuidado. "Ya no jugaré juegos de terror, mamá", dijo con firmeza. "Y si otra pesadilla me persigue, intentaré detenerla como un verdadero ninja, usando mi superpoder de super velocidad para escapar de ella". Liam recordó cómo en sus juegos de ninjas, él poseía una increíble velocidad que le permitía evadir cualquier peligro. Ahora, esa misma idea de control y valentía ninja se convertiría en su estrategia contra las pesadillas. Se imaginó corriendo a través de la oscuridad, su velocidad dejándola atrás, convirtiéndose en el guardián de sus propios sueños. Su mamá sonrió al escuchar la determinación de su hijo. Saber que Liam había aprendido la lección y que estaba dispuesto a afrontar sus miedos con valentía y determinación la llenó de orgullo. Le recordó que enfrentar los miedos, incluso los imaginarios, es un acto de gran coraje. Así, Liam, el pequeño ninja, aprendió que las decisiones sobre lo que consumimos mentalmente, como los videojuegos, tienen un impacto real en nuestro bienestar. Con su super velocidad en mente y el apoyo de su familia y su fiel Milo, estaba listo para enfrentar cualquier desafío, tanto en el mundo virtual como en el de sus sueños, con una nueva perspectiva y mucha más sabiduría.
Fin ✨