En la vibrante ciudad de Villa Amistad vivía un niño extraordinario llamado Leo, pero todos lo conocían como Super Niño. Con su cabello castaño revuelto y unos ojos celestes tan brillantes como el cielo de verano, Super Niño no era un niño común. Llevaba puesto un traje de ninja de un azul profundo, y debajo de su máscara, una sonrisa contagiosa iluminaba su rostro. Su piel, de un tono medio saludable, brillaba con la energía de sus aventuras. Leo tenía una habilidad especial: su superpoder era la súper velocidad, que usaba para moverse tan rápido como un relámpago, pero lo que lo hacía verdaderamente especial eran sus otros dones.
Super Niño poseía un súper oído, tan agudo que podía escuchar el susurro de una hoja cayendo o la risita de un amigo en apuros a kilómetros de distancia. Su visión especial, entrenada con paciencia y dedicación, le permitía localizar a cualquiera que necesitara ayuda, incluso entre la multitud más densa. Si un compañero de clase se caía, Super Niño con su súper fuerza podía levantarlo con facilidad, o mover sillas pesadas para crear un espacio seguro. Pero más allá de sus poderes físicos, Leo era un niño lleno de imaginación, valentía, y era increíblemente ordenado, respetuoso y un compañero excepcional. Su espíritu colaborador hacía que todos quisieran estar a su lado.
Un día, mientras jugaban en el parque, la pequeña Lily se puso a llorar. Su juguete favorito, un osito de peluche azul, había desaparecido. "¡Lo he perdido!", sollozó. Super Niño, activando su súper oído, escuchó el llanto de Lily y su visión especial escaneó el parque. Con un destello de súper velocidad, apareció junto a ella. "No te preocupes, Lily", dijo con su súper sonrisa, "¡encontraremos a tu osito!". Siguiendo un rastro invisible que solo él podía percibir, y moviéndose con una velocidad asombrosa, buscó entre los arbustos y debajo de los columpios. Su valentía lo impulsaba, y su ordenado pensamiento le ayudaba a no perder detalle. Finalmente, debajo de un gran árbol, encontró al osito, sano y salvo. "¡Aquí está!", exclamó, devolviéndoselo a una Lily radiante. La lección del día fue clara: con grandes poderes vienen grandes responsabilidades, y la verdadera fuerza reside en la amabilidad y la ayuda a los demás.
Fin ✨