Momia y el Tesoro Volador

Parte 1

En la isla de las Brumas Eternas, vivía un pirata legendario conocido como Momia. No era una momia de verdad, sino un hombre intrépido con cabello plateado como la luna y ojos verdes como esmeraldas, cuya piel clara contrastaba con su alma aventurera. Momia poseía un secreto extraordinario: podía surcar los cielos como un águila, deslizándose entre las nubes con una gracia asombrosa. Los otros piratas solo podían soñar con tales hazañas, encadenados a las cubiertas de sus barcos. Su barco, el 'Albatros Errante', era su fiel compañero, pero Momia a menudo prefería la libertad del aire, explorando rincones inalcanzables del océano desde las alturas. Desde el cielo, podía avistar islas remotas, reconocer patrones de tormentas y encontrar tesoros ocultos que escapaban a la vista de los marineros comunes. Su habilidad para volar era su mayor orgullo y su herramienta más valiosa en cada expedición. Un día, mientras flotaba sobre el mar turquesa, Momia divisó un destello inusual en el horizonte. No era el brillo del sol sobre las olas, sino algo que emanaba de una pequeña isla que no aparecía en ningún mapa. La curiosidad pirata, amplificada por su don único, lo impulsó a investigar. Se preparó para el descenso, su corazón latiendo al ritmo de la aventura. Al acercarse, notó que el resplandor provenía de una cueva oculta tras una cascada de agua cristalina. La entrada era estrecha, y solo alguien con la agilidad de Momia, capaz de volar y maniobrar en espacios reducidos, podría acceder. El aire dentro de la cueva estaba cargado de una energía palpable, y el suelo estaba cubierto de un polvo brillante. Continuó adentrándose, guiado por la luz, hasta llegar a una vasta cámara subterránea. En el centro, flotando sobre un pedestal de roca, había un cofre que brillaba con una luz dorada cegadora. Era, sin duda, un tesoro de proporciones épicas, pero lo más sorprendente era que el cofre mismo parecía vibrar, como si estuviera vivo.