Hugo y el Bosque Encantado

Por
Victor Hugo Zacarias Rosete
Victor Hugo Zacarias Rosete
17/10/2025INICIAL
Hugo era un profesor muy especial. Tenía el cabello castaño revuelto, unos ojos marrones llenos de c
Inicio del Cuentito

Parte 1

Hugo era un profesor muy especial. Tenía el cabello castaño revuelto, unos ojos marrones llenos de curiosidad y una piel tan clara como la nieve recién caída. Aunque a simple vista parecía un adulto común, Hugo guardaba un secreto asombroso: poseía el poder de la telequinesis. Podía mover objetos con la mente, un don que usaba con discreción, generalmente para alcanzar libros de las estanterías más altas o para ordenar su aula sin levantarse de su asiento. Un soleado sábado por la mañana, mientras paseaba por el borde del Bosque Encantado, Hugo escuchó un sonido lastimero. Provenía de lo profundo de los árboles. Intrigado y con una pizca de preocupación, decidió investigar. El bosque, conocido por sus árboles que susurraban secretos y sus flores que brillaban con luz propia, parecía más denso y misterioso de lo habitual. A medida que se adentraba, los sonidos de la ciudad se desvanecieron, reemplazados por el canto de pájaros exóticos y el murmullo del viento entre las hojas. Hugo sentía una energía palpable en el aire, una magia antigua que lo envolvía. Se maravillaba ante los árboles centenarios, cuyas ramas parecían danzar en un ballet silencioso. De repente, tropezó con una raíz gruesa y cayó. Al levantarse, vio que una pequeña ardilla estaba atrapada en una maraña de espinos. Sus ojitos brillaban de miedo y desesperación. Hugo se acercó con cuidado, pero los espinos eran demasiado filosos y abundantes para liberarla con sus manos. Fue entonces cuando recordó su don. Concentró su mente, visualizando los espinos retrocediendo. Con un suave esfuerzo mental, los tallos espinosos se apartaron delicadamente, permitiendo que la pequeña ardilla saltara libre, ilesa y agradecida.

La ardilla, una vez libre, no huyó. Corrió unos metros y luego se detuvo, mirando hacia atrás a Hugo
Desarrollo del Cuentito

Parte 2

La ardilla, una vez libre, no huyó. Corrió unos metros y luego se detuvo, mirando hacia atrás a Hugo como si esperara algo. Hugo, extrañado, la siguió con la mirada. La ardilla comenzó a trepar por un árbol imponente, y con un gesto de su cabeza, invitó a Hugo a seguirla con la vista. Siguiendo la dirección que señalaba la ardilla, Hugo se dio cuenta de que había un pequeño sendero apenas visible, oculto entre la maleza. Parecía ser un camino que nadie había transitado en mucho tiempo. La curiosidad pudo más que su prudencia, y decidió explorar. El sendero lo llevó a un claro bañado por una luz dorada. En el centro, un viejo roble desprendía un brillo tenue. Debajo del roble, varias criaturas del bosque: conejos, pájaros de plumaje exótico e incluso un pequeño ciervo, parecían angustiados. Observó que una gran roca impedía el acceso a una pequeña fuente de agua cristalina que estaba cerca. Los animales lo miraban con esperanza. Hugo entendió que su ayuda era necesaria. Miró la roca, que era considerablemente pesada. Sabía que era un desafío, pero estaba decidido a intentarlo. La seguridad y el bienestar de sus pequeños amigos del bosque eran su prioridad. Con una profunda respiración, Hugo cerró los ojos y se concentró. Visualizó la roca levantándose, flotando suavemente en el aire. Luego, con movimientos lentos y controlados, la apartó con su mente, revelando la fuente de agua que ahora fluía libremente. Los animales vitorearon con pequeños ruidos de alegría.

Parte 3

Las criaturas del bosque se acercaron a la fuente y bebieron con alivio. El pequeño ciervo se acercó a Hugo y frotó su cabeza contra su mano en señal de gratitud. Los pájaros revolotearon a su alrededor, y los conejos brincaron de alegría. El bosque entero pareció suspirar de satisfacción. Hugo sintió una calidez en su pecho, una sensación mucho más gratificante que cualquier otra que hubiera experimentado. Comprendió que su don no era solo una peculiaridad, sino una herramienta para ayudar y proteger. Ver la felicidad de los animales le llenó de propósito. La ardilla que lo había guiado, ahora saltó a su hombro y le dio un pequeño y amistoso lametazo en la mejilla. Hugo sonrió, acariciando su suave pelaje. Se dio cuenta de que la verdadera magia no residía solo en su poder, sino en la bondad y la empatía que podía demostrar. Al caer la tarde, Hugo se despidió de sus nuevos amigos. Caminó de regreso a casa, sintiendo la paz y la serenidad del bosque. Llevaba consigo la lección de que, sin importar cuán grande o pequeño sea el problema, un acto de bondad y el uso correcto de nuestras habilidades, por extraordinarias que sean, pueden marcar una gran diferencia. Desde ese día, Hugo visitaba el Bosque Encantado a menudo, no solo como un explorador, sino como un guardián. Sabía que siempre habría alguien que necesitara ayuda, y estaba dispuesto a usar su telequinesis y su buen corazón para ofrecerla, convirtiéndose en un héroe silencioso del bosque y un ejemplo para sus alumnos sobre la importancia de la compasión.

Las criaturas del bosque se acercaron a la fuente y bebieron con alivio. El pequeño ciervo se acercó
Final del Cuentito

Fin ✨

Detalles del Cuentito

Protagonista:Hugo
Categoría:
Tipo de personaje:
Superpoder:
Estilo:

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