
En el corazón de Villa Alegría vivía Don Florencio, un profesor de lo más peculiar. Su cabello castaño, siempre un poco despeinado, enmarcaba un rostro con ojos celeste que brillaban con inteligencia y amabilidad. Su piel, de un tono medio, reflejaba las muchas horas pasadas bajo el sol del patio de la escuela. Don Florencio amaba su profesión, y sus alumnos lo adoraban por su paciencia infinita y su forma de hacer que hasta las matemáticas más complicadas parecieran un juego. Pero nadie en Villa Alegría, salvo él mismo, conocía su secreto: Don Florencio poseía el asombroso poder de la telequinesis. Podía mover objetos con la mente, un don que usaba con discreción para arreglar una tiza que caía o para alcanzar un libro en lo alto de una estantería sin tener que levantarse.

Un martes por la mañana, la biblioteca municipal amaneció en un caos absoluto. Los libros no estaban en sus estantes, sino esparcidos por el suelo, algunos incluso flotando a media altura. El bibliotecario, Don Ramiro, un hombre bajito y regordete con un bigote tupido, estaba desconcertado. Nunca había visto algo así. Las páginas de los libros revoloteaban como mariposas asustadas, y los lomos se chocaban suavemente unos con otros en el aire. Don Ramiro llamó a las autoridades, pero nadie podía explicar lo sucedido. La policía llegó, tomó notas, pero pronto se rindieron ante la inexplicable situación de los libros que parecían tener vida propia.
Don Florencio, al enterarse del extraño suceso, decidió que era hora de usar su don para ayudar. Entró sigilosamente en la biblioteca, observando la escena con calma. Respiró hondo, concentrando su mente. Con un pensamiento gentil, comenzó a guiar los libros errantes. Lentamente, uno a uno, los libros se movieron hacia sus respectivos estantes. Las tapas se alinearon, los lomos se juntaron en perfecta armonía. Los niños que habían venido a la biblioteca esa tarde se maravillaron al ver que los libros, de repente, se colocaban solos. Don Florencio, escondido detrás de una pila de enciclopedias, sonrió. Aprendieron que la magia está en todas partes, y que a veces, un poco de ayuda invisible puede hacer que las cosas vuelvan a su orden, recordándonos la importancia de la responsabilidad y el cuidado de las cosas que amamos.

Fin ✨
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